Perdimos el tren en las narices de un alemán muy malo que me gritó en su idioma nazi. Nos vio corriendo y no sólo no paró su puto tren sino que nos insultó (supongo) como si fuéramos delincuentes. Sol se quejó al grito de “esta persona no puede trabajar más” y nos dejaron tomarnos el siguiente que salía dos horas después.
En movimiento, o a veces antes de dormir, pensaba en mis amigos, en el viaje a Europa que hicieron mis amigas y que yo no fui porque ya trabajaba y en el que hicimos con mi familia cuando yo tenía 7 años. En la plata y la voluntad invertidas en mover a 6 personas por tantas ciudades con tanto frío y durante tanto tiempo. Pensaba poco en el trabajo y mucho en cómo hacer para nunca dejar de viajar.
También jugaba a imaginarme las mismas situaciones del viaje pero con cada uno de mis ex novios y con quien la hubiese pasado mejor.
Siempre llegué a la misma conclusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario