No íbamos a ir a la torre juntas porque Lu ya la conocía demasiado, así que debía esperar dos días para verla de cerca. Pero cuando se hizo de noche y la vimos ahí toda brillante no pudimos evitarlo.
Nos tomamos una especie de tren y cuando salimos y la vi ahí toda gigante, toda iluminada, toda imponente me pasó de todo. Una mezcla de emoción y miedo. Algo que me decía “llegué”.
Al día siguiente volví sola, tenía que verla también de día. Me tiré a descansar en el jardín de enfrente y me quedé profundamente dormida. No subí, me dio algo de fiaca y temí por el mareo en las alturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario