Cuando me las encontré, Sol se había pasado de la marihuana al hash y trató de convencerme pero con la primera pitada casi dejo un pulmón en la Alhambra así que desistí automáticamente. Mi única experiencia con el tabaco, había sido cuando lo probé por primera vez escondida con mis amigas a la vuelta del Paseo la Plaza hace algo así como miles de años.
El destino quiso que cuando le preguntamos a un mozo argentino dónde conseguir yerba, él entienda que queríamos marihuana y nos mande a una calle repleta de negocios atendidos por árabes. Pero el error quiso que yo sea la elegida para encarar al vendedor a quien le habíamos comprado algunos souvenirs solo a modo de excusa. Tuve que repetirle tres veces la pregunta para que él me insulte, me diga que lo estoy discriminando, me desafíe a hacerle la misma pregunta a un español y me eche de su negocio de muy mala manera. Cuando salí, estaba la carismática Sol rodeada de marroquíes como si fuera una más, regateando precios, eligiendo calidades para finalmente comprar el porro más fuerte que probé en toda mi vida.
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