EL CANSANCIO DEL TURISTA

Es muy cansador ser turista. Todo bien con eso de que descansa la mente y el alma, pero jamás había caminado tanto en mi vida. Llegó un momento que tenía tan comprometido todo lo que es pies, tobillos, empeine y pantorrillas que empecé a tomar Advil (lo elegí por su cajita) y a elongar antes de irme a dormir. Cuando me despertaba, los dolores seguían ahí, en esos músculos que hasta el momento los creía inexistentes. El consuelo era ver a otros turistas con los mismos síntomas, descansando descalzos en cualquier parte.



Ellas no somos nosotras, pero podríamos serlo.

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